domingo, 5 de septiembre de 2010

Notas dispersas sobre la historia de los intelectuales (Cuaderno 12 de Antonio Gramsci)

Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel.
Fragmento del Cuaderno 12 (XXIX) 1932
(tomo 4 de la Edición crítica del Instituto Gramsci, p. 351)

APUNTES Y NOTAS DISPERSAS PARA UN GRUPO DE ENSAYOS
SOBRE LA HISTORIA DE LOS INTELECTUALES
¿Los intelectuales son un grupo social autónomo e independiente, o por el contrario cada grupo social tiene una categoría propia y especializada de intelectuales? El problema es complejo por las formas variadas que ha asumido hasta hoy el proceso histórico real de formación de las diversas categorías intelectuales. Las dos formas más importantes son las siguientes:
1) Cada grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político: el empresario capitalista crea junto a él al técnico industrial y al especialista en economía política, al organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etc., etc. Debe advertirse que el empresario representa un producto social superior, ya caracterizado por cierta capacidad dirigente y técnica (es decir: intelectual): debe poseer cierta capacidad técnica no sólo dentro de la esfera circunscripta de su actividad y de su iniciativa propia, sino también en otras esferas, por lo menos en aquellas más directamente ligadas a la actividad económica (debe ser un organizador de masas de hombres; un organizador de la "confianza" de los inversores de la empresa, de los compradores de su mercancías, etc.).
Si no todos los empresarios, por lo menos una elite de ellos, debe tener capacidad para la organización de la sociedad en general, en todo su complejo organismo de servicios hasta la misma organización estatal, dada la necesidad de crear las condiciones más favorables para la expansión de la propia clase, o como mínimo debe poseer la capacidad para seleccionar "los encargados" (empleados especializados) a los que se pueda confiar esa actividad organizativa de las relaciones generales externas de la empresa. Se puede observar que los intelectuales "orgánicos", que cada nueva clase crea junto a ella y forma en su desarrollo progresivo, son en general "especializaciones" de aspectos parciales de la actividad primitiva del tipo social nuevo que la nueva clase ha dado a luz.*
* Los Elementi di scienza politica de Mosca (nueva ed. aumentada de 1923) deben ser consultados sobre este tema. La llamada "clase política" de Mosca no es otra cosa que la categoría intelectual del grupo social dominante: el concepto de "clase política" de Mosca es vecino del concepto de elite de Pareto, que representa otra tentativa de interpretar el fenómeno histórico de los intelectuales y su función en la vida estatal y social. El libro de Mosca es una enorme mezcla de carácter sociológico y positivista con el agregado de la influencia tendenciosa de la política inmediata, que lo torna menos indigesto y literariamente más vivaz.
También los señores feudales detentaron una particular capacidad técnica, la militar, y fue precisamente desde el momento, en el cual la aristocracia perdió el monopolio de la capacidad técnico-militar cuando comenzó la crisis del feudalismo. Pero la formación de los intelectuales en el mundo feudal y en el precedente mundo clásico debe ser examinada aparte: esta formación y desarrollo siguió trayectos y modos que conviene estudiar concretamente. Se debe observar que la masa de los campesinos, aunque cumple una función esencial en el mundo de la producción, no genera sus propios intelectuales "orgánicos", y tampoco "asimila" ningún grupo de intelectuales "tradicionales"; a pesar de que otros grupos sociales extraen muchos de sus intelectuales de la masa de campesinos y que gran parte de los intelectuales tradicionales son de origen campesino.
2) Pero cada grupo social "esencial", al surgir a la historia desde la estructura económica precedente y como expresión del desarrollo de esa estructura, ha encontrado, por lo menos en la historia hasta ahora desenvuelta, categorías intelectuales preexistentes y que además aparecían como representantes de una continuidad histórica no interrumpida aun por los más complicados y radicales cambios de las formas políticas y sociales.
La más típica de estas categorías intelectuales es la de los eclesiásticos, por largo tiempo monopolizadores (durante toda una etapa histórica que en parte se caracteriza por este monopolio) de algunos servicios importantes: la ideología religiosa, es decir la filosofía y la ciencia de la época, con la escuela, la instrucción, la moral, la justicia, la beneficencia, la asistencia, etc. La categoría de los eclesiásticos puede ser considerada como la categoría intelectual orgánicamente ligada a la aristocracia terrateniente; jurídicamente estaba equiparada a la aristocracia; con la que compartía el ejercicio de la propiedad feudal de la tierra y el uso de los privilegios estatales ligados a la propiedad. * Pero el monopolio de las superestructuras por parte de los eclesiásticos ** no se ejerció sin luchas y limitaciones, y por eso nacieron, en variadas formas (que se deben estudiar e investigar concretamente), otras categorías, favorecidas y acrecentadas por el afianzamiento del poder central del monarca hasta llegar al absolutismo. De ese modo la aristocracia de la toga se fue formando, con sus propios privilegios, un grupo de administradores, etc.: científicos, teóricos, filósofos no eclesiásticos, etc.
Así como estas diversas categorías de intelectuales tradicionales sienten con "espíritu de cuerpo" su no interrumpida continuidad histórica y su "calificación", del mismo modo se conservan a sí mismas como autónomas e independientes del grupo social dominante. Esta autoposición no carece de consecuencias de vasto alcance en el campo ideológico y político: toda la filosofía idealista se puede relacionar fácilmente con esta posición asumida por el complejo social de los intelectuales y se puede definir la expresión de esa utopía social según la cual los intelectuales se creen "independientes", autónomos, investidos de caracteres propios, etc.
Sin embargo, debe observarse que si bien el Papa y la alta jerarquía de la Iglesia se creen más ligados a Cristo y a los apóstoles que a los señores senadores Agnelli y Benni, no ocurre lo mismo con Gentile y Croce, por ejemplo; Croce, en especial, se siente estrechamente ligado a Aristóteles y a Platón, pero en cambio no oculta su relación con los senadores Agnelli y Benni y en eso precisamente se debe buscar el carácter más sobresaliente de la filosofía de Croce.
¿Cuáles son los límites "máximos" que admite el término "intelectual"? ¿Se puede encontrar un criterio unitario para caracterizar igualmente todas las diversas y variadas actividades intelectuales y para distinguir a éstas al mismo tiempo y de modo esencial de las actividades de las otras agrupaciones sociales? El error metódico más difundido, en mi opinión, es el de haber buscado este criterio de distinción en lo intrínseco de las actividades intelectuales y no, en cambio, en el conjunto del sistema de relaciones en que esas actividades se hallan (y por lo tanto en los grupos que las representan) en el complejo general de las relaciones sociales. Y en verdad el obrero o proletario, por ejemplo, no se caracteriza específicamente por el trabajo manual o instrumental, sino por la situación de ese trabajo en determinadas condiciones y en determinadas relaciones sociales (además de la consideración de que no existe trabajo puramente físico y de que la expresión de Taylor de "gorila amaestrado" es una metáfora para indicar un límite en cierta dirección: en cualquier trabajo físico; aunque se trate del más mecánico y degradado, siempre existe un mínimo de calidad técnica, es decir un mínimo de actividad creativa). Ya se ha observado que el empresario, por su misma función, debe tener en cierta medida algunas cualidades de tipo intelectual, si bien su figura social no está caracterizada por esas cualidades sino por las relaciones generales sociales que caracterizan la posición del empresario en la industria.
Todos los hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales (así, por ejemplo, porque puede suceder que todos en determinado momento sepan freír dos huevos o coserse un desgarrón del saco, no por eso se afirmará que todos son cocineros o sastres). Cuando se distingue entre intelectuales y no intelectuales, en realidad sólo se hace referencia a la inmediata función social de la categoría profesional de los intelectuales, es decir, se tiene en cuenta la dirección en que gravita el mayor peso de la actividad específica profesional, si en la elaboración intelectual o en el esfuerzo nervioso-muscular. Esto significa que si se puede hablar de intelectuales, no tiene sentido hablar de no-intelectuales, porque los no-intelectuales no existen. Pero la misma relación entre esfuerzo de elaboración intelectual-cerebral y esfuerzo nervioso-muscular no es siempre igual; por eso se dan diversos grados de actividad específicamente intelectual. No hay actividad humana de la que se pueda excluir toda intervención intelectual, no se puede separar el homo faber del homo sapiens. Cada hombre, considerado fuera de su profesión, despliega cierta actividad intelectual, es decir, es un "filósofo", un artista, un hombre de buen gusto, participa en una concepción del mundo, tiene una consciente línea de conducta moral, y por eso contribuye a sostener o a modificar una concepción del mundo, es decir, a suscitar nuevos modos de pensar.
El problema de la creación de un nuevo grupo intelectual consiste, por lo tanto, en elaborar críticamente la actividad que existe en cada uno en cierto grado de desarrollo; modificando su relación con el esfuerzo nervioso-muscular en un nuevo equilibrio, y logrando que el mismo esfuerzo nervioso-muscular, en tanto elemento de una actividad práctica general, que renueva constantemente el mundo físico y social, llegue a ser el fundamento de una nueva e integral concepción del mundo. El tipo tradicional y vulgarizado del intelectual está dado por el literato, el filósofo y el artista. Por lo tanto los periodistas, que pretenden ser literatos, filósofos y artistas, pretenden también ser los "verdaderos" intelectuales. En el mundo moderno la educación técnica, ligada estrechamente al trabajo industrial, aun el más primitivo y descalificado, debe formar la base del nuevo tipo de intelectual.
Con esa base ha trabajado el semanario Ordine Nuovo para desarrollar ciertas formas de un nuevo intelectualismo y para determinar nuevos conceptos, y no ha sido ésta una de las razones menores de su éxito, porque tal posición correspondía a aspiraciones latentes y estaba de acuerdo con el desarrollo de las formas reales de vida. El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia, motora exterior y momentánea de los afectos y de las pasiones, sino en su participación activa en la vida práctica, como constructor, organizador, "persuasivo permanentemente" no como simple orador y, sin embargo, superior al espíritu matemático abstracto; a partir de la técnica-trabajo llega a la técnica-ciencia y a la concepción humanista histórica, sin la cual se es "especialista" y no se llega a ser "dirigente" (especialista + político).
Así se plasman históricamente ciertas categorías especializadas para el ejercicio de la función intelectual, se forman en conexión con todos los grupos sociales, pero en especial con los más importantes, y sufren elaboraciones más extensas y complejas en conexión con el grupo social dominante. Una de las características más relevantes de cada grupo, que se desarrolla en dirección al dominio, es su lucha por la asimilación y la conquista "ideológica" de los intelectuales tradicionales, asimilación y conquista que es tanto más rápida y eficaz cuanto más rápidamente elabora el grupo dado, en forma simultánea, sus propios intelectuales orgánicos.
El enorme desarrollo alcanzado por la actividad y la organización escolar (en sentido amplio), en las sociedades que surgieron del mundo medieval, muestra la importancia que han alcanzado en el mundo moderno las categorías y las funciones intelectuales: en la medida en que se ha tratado de profundizar y ensanchar la "intelectualidad" de cada individuo, también se tendió a multiplicar las especializaciones y a perfeccionarlas. Esto se cumple gracias a las instituciones escolares de diverso grado, hasta los organismos para promover la llamada "alta cultura", en cada campo de la ciencia y de la técnica.
La escuela es el instrumento para formar los intelectuales de diverso grado. La complejidad de las funciones intelectuales en los diversos Estados se puede medir objetivamente por la cantidad de escuelas especializadas y por su jerarquización: cuanto más extensa es el "área" escolar y cuanto más numerosos son los grados" "verticales" de la escuela, tanto más complejo es el mundo cultural, la civilización, de un determinado Estado. Se puede encontrar un parangón en la esfera de la técnica industrial: la industrialización de un país se mide por su capacidad en la construcción de máquinas para construir máquinas y en la fabricación de instrumentos cada vez más precisos para construir máquinas e instrumentos para construir máquinas, etc. El país que tiene los mejores elementos para construir instrumentos para los gabinetes experimentales de los científicos y para construir instrumentos para poner a punto esos instrumentos, puede ser considerado como el país más avanzado en el campo técnico-industrial, el más civilizado, etc. Así ocurre en la preparación de los intelectuales y en las escuelas dedicadas a esta preparación; escuelas e institutos de alta cultura son asimilables. También en este campo la cantidad no puede separarse de la calidad. A la más refinada especialización técnico-cultural, debe necesariamente corresponder la mayor extensión posible, en la difusión de la instrucción primaria y la mayor disposición para favorecer, con los grados intermedios, al número mayor de personas. Naturalmente, esta necesidad de crear la más amplia base posible para la selección y la elaboración de las más altas cualidades intelectuales --es decir: de dar a la cultura y a la técnica superior una estructura democrática-- no carece de inconvenientes: se crea de ese modo la posibilidad de vastas crisis de desocupación en los estratos medios intelectuales, como ocurre efectivamente en todas las sociedades modernas.
Se debe observar que la elaboración de los grupos intelectuales en la realidad concreta no se cumple en un terreno democrático-abstracto, sino de acuerdo con procesos históricos tradicionales muy concretos. Se han formado grupos que tradicionalmente "producen" intelectuales y son esos mismos grupos los que con frecuencia se especializan en el "ahorro", es decir, la pequeña y la media burguesía terrateniente y algunos estratos de la pequeña y de la media burguesía de las ciudades. La variada distribución de los diversos tipos de escuelas (clásicas y profesionales) en el terreno "económico" y las distintas aspiraciones de las múltiples categorías de estos grupos determinan o dan forma a la producción de las diversas ramas de especialización intelectual. La burguesía rural en Italia, por ejemplo, produce en especial funcionarios estatales y profesionales liberales, mientras que la burguesía ciudadana produce técnicos para la industria; por eso la Italia septentrional produce especialmente técnicos y en cambio la Italia meridional principalmente funcionarios y profesionales.
La relación entre los intelectuales y el mundo de la producción no es inmediata, como ocurre con los grupos sociales fundamentales, sino que es "mediata" en grado diverso en todo el tejido social y en el complejo de las superestructuras, en los que los intelectuales son los "funcionarios". Se podría medir la "organicidad" de los diversos estratos intelectuales y su conexión más o menos estrecha con un grupo social fundamental, fijando una gradación de las funciones y de las superestructuras de abajo hacia arriba (desde la base estructural hacia arriba). Por ahora se pueden fijar dos grandes planos superestructurales, el que se puede llamar de la "sociedad civil", que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente llamados "privados", y el de la "sociedad política o Estado"; y que corresponden a la función de "hegemonía" que el grupo dominante ejerce en toda sociedad y a la de "dominio directo" o de comando que se expresa en el Estado y en el gobierno "jurídico". Estas funciones son precisamente organizativas y conectivas. Los intelectuales son los "empleados" del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, a saber: 1) del "consenso" espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por lo tanto de la confianza) que el grupo dominante deriva de su posición y de su función en el mundo de la producción; 2) del aparato de coerción estatal que asegura "legalmente" la disciplina de aquellos grupos que no "consienten" ni activa ni pasivamente, pero que el mismo está preparado para toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que no se da el consenso espontáneo.
Este planteo del problema da como resultado una extensión muy grande del concepto de intelectual, pero sólo de esta manera es posible alcanzar una aproximación concreta a la realidad. Este modo de plantear la cuestión choca contra preconceptos de casta: es verdad que la misma función organizativa de la hegemonía social y del dominio estatal da lugar a cierta división del trabajo y por eso a toda una gradación de calificaciones, en algunas de las cuales ya no aparece ninguna atribución directiva y organizativa: en el aparato de dirección social y estatal existe toda una serie de empleos de carácter manual e instrumental (de orden y no de concepto, de agente y no de oficial o de funcionario, etc.); pero evidentemente es preciso hacer esta distinción, como será necesario hacer también alguna otra. De hecho, la actividad intelectual debe ser distinguida en grados también desde el punto de vista intrínseco, grados que en los momentos de extrema oposición dan una verdadera diferencia cualitativa: en el más alto grado se colocarán los creadores de las diversas ciencias, de la filosofía, del arte, etc.; en el nivel más bajo, los más humildes "administradores" y divulgadores de la riqueza intelectual ya existente, tradicional, acumulada.*
* El organismo militar, también en este caso, ofrece un modelo de estas complejas graduaciones: oficiales subalternos, oficiales superiores, estado mayor; y no deben olvidarse los graduados de tropa, cuya importancia real es mayor de lo que comúnmente se piensa. Es interesante notar que todas estas partes se sienten solidarias y que los niveles inferiores manifiestan un espíritu de cuerpo más visible; de ello resulta un "orgullo" que con frecuencia los expone a las bromas a las burlas.
En el mundo moderno la categoría de los intelectuales, así entendida, se ha ampliado de modo increíble. El sistema social democrático-burocrático ha gestado masas imponentes, no todas justificadas por las necesidades sociales de la producción, aunque justificadas por las necesidades políticas del grupo fundamental dominante. De ahí la concepción loriana * del "trabajador" improductivo (¿pero improductivo con respecto a quién y a qué modo de producción?), que podría justificarse en parte si se tiene en cuenta que estas masas disfrutan de su posición haciéndose asignar enormes sumas de la renta nacional. El concepto de masa ha estandarizado a los individuos como calificación individual y como psicología, determinando los mismos fenómenos de todas las otras masas estandarizadas: concurrencia que plantea la necesidad de la organización profesional de la defensa, de la desocupación, de la superproducción escolar, de la emigración, etc.
* Aquiles Loria,  A.G. dice que es el "divulgador de una desviación peyorativa de la filosofía de la praxis". 
Distinta posición de los intelectuales de tipo urbano y de tipo rural.* Los intelectuales de tipo urbano han crecido al mismo tiempo con la industria y están ligados a su destino. Su función puede ser parangonada con la de los oficiales subalternos en el ejército: no tienen ninguna iniciativa autónoma para elaborar planes de construcción; ponen en relación, articulándola, a la masa instrumental con el empresario, elaboran la ejecución inmediata del plan de producción establecido por el estado mayor de la industria y controlan las etapas laborales elementales. En el término medio general los intelectuales urbanos están muy estandarizados; los altos intelectuales urbanos se confunden cada vez más con el estado mayor industrial propiamente dicho.
Los intelectuales de tipo rural son en gran parte "tradicionales", es decir, están ligados a la masa social campesina y pequeño-burguesa de la ciudad (especialmente de los centros menores) todavía no formada y puesta en movimiento por el sistema capitalista: este tipo de intelectual pone en contacto a la masa campesina con la administración estatal o local (abogados, notarios, etc.) y por ello tiene una gran función político-social, porque la mediación profesional difícilmente puede ser separada de la mediación política. Además: en el campo, el intelectual (sacerdote, abogado, maestro, notario, médico, etc.) tiene un nivel de vida superior o por lo menos distinto del que tiene el campesino medio, y por eso representa para éste un modelo social en su aspiración a salir de su condición o mejorarla. El campesino piensa siempre que por lo menos un hijo suyo podría llegar a ser intelectual (sacerdote especialmente), es decir: convertirse en un señor, elevando el grado social de la familia y facilitándole la vida económica mediante los contactos que sin duda tendrá con los otros señores. La actitud del campesino hacia el intelectual es doble y parece contradictoria: admira la posición social del intelectual y en general del empleado estatal, pero a veces finge despreciarla, es decir: que su admiración está mezclada instintivamente con elementos de envidia y de odio apasionado. No se comprende absolutamente nada de la vida colectiva de los campesinos y de los gérmenes y fermentos de desarrollo que en ella existen, si no se toma en consideración, si no se estudia en concreto y si no se profundiza esta subordinación efectiva a los intelectuales: cada desarrollo orgánico de las masas campesinas, hasta cierto punto, está ligado a los movimientos de los intelectuales y de ellos depende.
Distinto es el caso de los intelectuales urbanos: los técnicos de fábrica no ejercen ninguna función política sobre su masa instrumental, o por lo menos ésta es una etapa superada; aunque a veces ocurre lo contrario, es decir: que las masas instrumentales, por intermedio de sus propios intelectuales orgánicos, ejercen un influjo político sobre los técnicos.
El punto central de la cuestión es la distinción entre los intelectuales como categoría orgánica de cada grupo social fundamental y los intelectuales como categoría tradicional; distinción de la que surge toda una serie de problemas y posibles investigaciones históricas.
Desde este punto de vista, el problema más interesante es el que concierne al partido político moderno, sus orígenes, sus desarrollos y sus formas. ¿Cómo se transforma el partido político con respecto al problema de los intelectuales? Se deben hacer algunas distinciones: 1) para algunos grupos sociales el partido político no es más que el modo de articular la propia categoría de intelectuales orgánicos (que se forman de ese modo y no pueden dejar de formarse, dados los caracteres generales y las condiciones de formación, de vida y de desarrollo del grupo social), directamente en el campo político y filosófico y no ya en el campo de la actividad productiva;* 2) para todos los grupos, el partido político es justamente el mecanismo que en la sociedad civil cumple la misma función que en medida más vasta y más sintéticamente cumple el Estado en la sociedad política, es decir, procura la unión entre intelectuales orgánicos de un grupo dado, el dominante, y los intelectuales tradicionales; y el partido cumple esta función en forma dependiente de su función fundamental, que es formar sus propios componentes, elementos de un grupo social que ha surgido y se ha desarrollado como económico, hasta convertirlos en intelectuales políticos calificados, dirigentes, organizadores de toda la actividad y la función inherente al desarrollo orgánico de una sociedad integral, civil y política. Se puede decir que en su ámbito el partido político cumple su función de modo más completo y orgánico que la que el Estado cumple en un ámbito más vasto: un intelectual que entra a formar parte del partido político de un determinado grupo social, se confunde con los intelectuales orgánicos del mismo grupo, se liga estrechamente al grupo, lo que ocurre mediante su participación en la vida estatal sólo en forma relativa y en algunos casos no se produce. Así ocurre que muchos intelectuales piensan que ellos son el Estado: creencia que, dada la masa imponente de la categoría, tiene notables consecuencias y lleva a complicaciones desagradables para el grupo fundamental económico que realmente es el Estado.
* En el campo de la técnica productiva se forman estratos que se puede considerar corresponden a los "graduados de tropa" del ejército; son los obreros calificados y especializados de la ciudad, o de manera más compleja, los aparceros y colonos del campo, aunque el aparcero y el colono en general más bien corresponden al tipo del artesano, que es el trabajador calificado de una economía medieval.
Que todos los miembros de un partido político deban ser considerados como intelectuales, he ahí una afirmación que puede prestarse a la burla y a la caricatura; sin embargo, si se reflexiona, nada hay más exacto. Se pueden hacer distinciones de grado, un partido podrá tener una mayor o menor composición del grado más alto o del más bajo, no es esto lo que importa: importa la función directiva y organizativa, es decir, educativa, es decir: intelectual. Un comerciante no forma parte de un partido político para hacer el comercio, ni un industrial para producir más y a menores costos, ni un campesino para aprender nuevos métodos para cultivar la tierra, aunque algunos aspectos de esas exigencias del comerciante, del industrial o del campesino puedan encontrar satisfacción en el partido político.* Para esos propósitos, dentro de ciertos límites, existe el sindicato profesional, en el que la actividad económico-corporativa del comerciante, del industrial o del campesino encuentra su marco más adecuado. En el partido político los elementos de un grupo económico-social superan este momento de su desarrollo histórico y se convierten en agentes de actividades generales, de carácter nacional e internacional. Esta función del partido político aparecería mucho más clara mediante un análisis histórico concreto de cómo se han desarrollado las categorías orgánicas de los intelectuales y las tradicionales; ya sea en el terreno de las distintas historias nacionales, o en el del desarrollo de los diversos grupos sociales más importantes dentro del cuadro de las diversas naciones, especialmente aquellos grupos cuya actividad económica ha sido predominantemente instrumental.
* La opinión general no está  de acuerdo con esto, afirmando que el comerciante, el industrial o el campesino "politizados" pierden en lugar de ganar y son los peores de su categoría, lo que puede ser discutido.
La formación de los intelectuales tradicionales es el problema histórico más interesante. Está  estrechamente ligada a la esclavitud del mundo clásico y a la posición de los libertos de origen griego y oriental en la organización social del Imperio Romano.
Nota. El cambio de la posición social de los intelectuales en Roma, en la época que va de la República al Imperio (de un régimen aristocrático-corporativo a un régimen democrático-burocrático), está ligado a César; quien otorgó la ciudadanía a los médicos y a los maestros de las artes liberales para que habitaran de mejor grado en Roma y para que otros se sintieran atraídos: Omnesque medicinan Romae professos et liberalium artium doctores, quo libentius et ipsi urbem incolerent et coeteri appeterent civitate donavit (Suetonio, Vida de César, XLII). César se propuso: 1ro.) lograr que se establezcan en Roma los intelectuales que ya se encontraban en ella, creando así una categoría permanente de ellos, ya que sin su permanencia no se podía crear una organización cultural. Antes se había dado una fluctuación que era conveniente detener, etc.; 2do.) atraer hacia Roma los mejores intelectuales de todo el Imperio Romano, promoviendo una gran centralización. Así se inicia en Roma la categoría de intelectuales "imperiales" que se perpetuará en el clero católico hasta el 1700 y había de dejar tantas huellas en la historia de los intelectuales italianos, con su característica de "cosmopolitismo".
Esta diferenciación no sólo social sino nacional, de raza, entre masas considerables de intelectuales y la clase dominante del Imperio Romano, se reproduce después de la caída del Imperio entre guerreros germánicos e intelectuales de origen romanizado, continuadores de la categoría de los libertos. Acompaña a estos fenómenos el nacimiento y el desarrollo del catolicismo y de la organización eclesiástica, que durante muchos siglos absorbe la mayor parte de las actividades intelectuales y ejerce el monopolio de la dirección cultural, con sanciones penales para quienes pretendían oponerse o eludir ese monopolio. En Italia se cumple el fenómeno, más o menos intenso según las épocas, de la función cosmopolita de los intelectuales peninsulares. Destacaremos las diferencias que mejor se ven a primera vista en el desarrollo de los intelectuales en toda una serie de países, por lo menos las más importantes, con la advertencia de que estas observaciones deberán ser controladas y profundizadas.
Para Italia el hecho central es la función internacional o cosmopolita de sus intelectuales, que es causa y efecto del estado de disgregación en que permanece la península desde la caída del Imperio Romano hasta el año 1870.
Francia es el exponente de un tipo de desarrollo armónico de todas las energías nacionales y especialmente de las categorías intelectuales. Cuando en 1789 un nuevo grupo social surgió políticamente en la historia, cl mismo estaba completamente capacitado para todas sus funciones sociales y por eso luchó por el dominio total de la nación, sin avenirse a compromisos esenciales con las viejas clases, sino subordinándolas a sus propios fines. Las primeras células intelectuales del nuevo tipo nacen con las primeras células económicas: la misma organización eclesiástica sufre su influencia (galicanismo *, luchas precoces entre la Iglesia y el Estado). Esa maciza construcción intelectual explica la función de la cultura francesa en los siglos XVIII y XIX, función de irradiación internacional y cosmopolita, y también de expansión con características imperialistas y hegemónicas en modo orgánico; por lo tanto muy distinta de la italiana, de carácter inmigratorio, personal y disgregado que no se derrama sobre la base nacional para potenciarla sino que tiende a hacer imposible la constitución de una firme base nacional.
*galicanismo: sistema doctrinal iniciado en Francia que postula la disminución del poder del Papa en favor del episcopado, y sus grados inferiores, y la subordinación de la Iglesia al Estado.
En Rusia se deben considerar diversas cuestiones: la organización política y económico-comercial fue creada por los normandos (vareguios ), la religiosa por los griegos bizantinos; en una segunda etapa los alemanes y los franceses llevaron la experiencia europea a Rusia y dieron un primer esqueleto consistente a la gelatinosa historia rusa. Las fuerzas nacionales eran inertes, pasivas y receptivas, pero tal vez por eso asimilaban completamente las influencias extranjeras y a los mismos extranjeros, rusificándolos. En el período histórico más reciente ocurre el fenómeno inverso; una elite de personas activas, enérgicas, emprendedoras y disciplinadas emigraron al exterior, asimilaron la cultura y la experiencia histórica de los países más avanzados de Occidente, sin perder por eso los caracteres más esenciales de la propia nacionalidad y sin abandonar los lazos sentimentales e históricos con su propio pueblo; habiendo hecho de esta manera su aprendizaje intelectual volvieron al país, obligando al pueblo a un forzado despertar en una acelerada marcha hacia adelante, quemando etapas. La diferencia entre esta elite y la alemana importada (por Pedro el Grande, por ejemplo.), consiste en su carácter esencialmente nacional-popular: no puede ser asimilada por la pasividad inerte del pueblo ruso, porque es ella misma una enérgica reacción rusa contra la propia inercia histórica.
En otro terreno, aunque en muy diversas condiciones de tiempo y lugar, este fenómeno ruso puede ser parangonado con el nacimiento de una nación, los Estados Unidos de América: los inmigrantes anglosajones también fueron una elite intelectual, pero de carácter especialmente moral. Naturalmente nos referimos a los primeros inmigrantes, los pioneros, protagonistas de las luchas religiosas y políticas inglesas, derrotados pero no humillados ni despreciados en su patria de origen. Consigo importaron a América, además de la energía moral y voluntariosa, cierto grado de civilización, cierta fase de la evolución histórica europea que, trasplantada por ellos al suelo virgen americano, continuó desarrollando las fuerzas implícitas en su propia naturaleza, pero con un ritmo incomparablemente más rápido que en la vieja Europa; donde existe toda una serie de frenos (morales, intelectuales, políticos, económicos, incorporados en determinados grupos de la población, reliquias de los pasados regímenes que no quieren desaparecer) que se oponen a un proceso acelerado y tratan de equilibrar en la mediocridad toda iniciativa, diluyéndola en el tiempo y en el espacio.
En Inglaterra el desarrollo es muy, diferente del de Francia. El nuevo grupo social engendrado sobre la base del industrialismo moderno tuvo un sorprendente desarrollo económico-corporativo pero anduvo a tientas en el campo intelectual-político. Muy vasta es la categoría de los intelectuales orgánicos, surgidos en el mismo terreno industrial con el grupo económico; pero en la esfera más elevada encontramos inalterada la posición de casi-monopolio de la vieja clase terrateniente, que pierde la supremacía económica pero conserva por mucho tiempo una supremacía político-intelectual y es asimilada como "intelectuales tradicionales" y como estrato dirigente por el nuevo grupo en el poder. La vieja aristocracia terrateniente se une a los industriales con un tipo de unión que en otros países es justamente lo que une a los intelectuales tradicionales con las nuevas clases dominantes.
El fenómeno inglés también se presentó en Alemania complicado con otros elementos históricos y tradicionales. Alemania, lo mismo que Italia, ha sido la sede de una institución y de una ideología universalista, supranacional (Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana) y ha dado cierta cantidad de personal a las comunidades medievales, empobreciendo sus propias energías internas y provocando luchas que desviaban de los problemas de organización nacional y mantenían la disgregación territorial del medioevo. El desarrollo industrial sobrevino bajo una envoltura semifeudal que duró hasta noviembre de 1918 y los Junker [aristocracia terrateniente] mantuvieron una supremacía político-intelectual mucho mayor que la del mismo grupo inglés. Fueron los intelectuales tradicionales de los industriales alemanes, pero con privilegios especiales y con una fuerte conciencia de ser un grupo social independiente, basada en el hecho de que poseían un notable poder económico sobre la tierra, mucho más "productiva" que en Inglaterra. Los Junker prusianos se asemejan a una casta sacerdotal-militar que tiene un monopolio casi total de las funciones directivas organizativas en la sociedad política, pero que al mismo tiempo posee una base económica propia y no depende exclusivamente de la liberalidad del grupo económico dominante. Además, a diferencia de los nobles terratenientes ingleses, los Junker constituían la oficialidad de un gran ejército permanente, lo que les daba sólidos cuadros organizativos, favorables a la conservación del espíritu de cuerpo y del monopolio político.*
2 En el libro Parlamento y gobierno en la nueva organización de Alemania de Max Weber se pueden encontrar muchos elementos para apreciar cómo el monopolio político de los nobles pudo impedir la elaboración de un personal político burgués vasto y experimentado, y se hallaba en la base de las continuas crisis parlamentarias y de la disgregación de los partidos liberales y democráticos; de ahí la importancia del Centro católico y de la socialdemocracia, que en el período imperial lograron formar un estrato parlamentario y directivo propio bastante considerable.
En los Estados Unidos, en cierta medida, es posible notar la ausencia de los intelectuales tradicionales, y de ahí el diverso equilibrio de los intelectuales en general. Se dio una formación maciza sobre la base industrial de todas las superestructuras modernas. La necesidad de un equilibrio no se ha dado porque es preciso fusionar a los intelectuales orgánicos con los tradicionales, pues éstos no existen como categoría cristalizada y misoneísta [hostil a lo nuevo], sino porque es necesario fusionar en un único crisol nacional de cultura unitaria diversos tipos de cultura aportados por la inmigración de distintas nacionalidades. La falta de una vasta sedimentación de intelectuales tradicionales, tal como la que se cumplió en los países de la antigua civilización, explica en parte la existencia de sólo dos grandes partidos políticos, que en realidad se podrían reducir fácilmente a uno solo (cfr. no sólo con la Francia de posguerra, cuando la multiplicación de partidos llegó a ser un fenómeno general) y, en contraposición, una multiplicación ilimitada de las sectas religiosas (me parece que se han contado más de 200 sectas religiosas; se puede hacer una comparación con las luchas terribles sostenidas en Francia para mantener la unidad religiosa y moral del pueblo francés).
Una manifestación interesante y que aún debe ser estudiada, de los Estados Unidos, es la formación de un gran número de intelectuales negros, que absorben la cultura y la técnica norteamericanas. Se puede considerar el influjo indirecto que estos intelectuales pueden ejercer sobre las masas retrasadas de Africa y el directo si se verificase alguna de las siguientes hipótesis: 1) que el expansionismo americano se sirva de los negros nacionales como agentes para conquistar los mercados africanos y extender a ellos su propio tipo de civilización (algo semejante ya ha ocurrido, pero ignoro en qué medida); 2) que las luchas por la unificación del pueblo americano se enardezcan en tal grado que determinen el éxodo de los negros, y el retorno a Africa de los elementos intelectuales más independientes y enérgicos, y por esa razón menos propensos a someterse a una posible legislación todavía más humillante que la actualmente en vigor. Aparecerían así dos cuestiones fundamentales: 1) con respecto a la lengua: ¿el inglés podría llegar a ser la lengua culta de Africa, unificadora de la multiplicidad de dialectos existentes? 2) si este estrato intelectual puede tener en tal grado la capacidad asimiladora y organizativa que llegue a convertir en "nacional" el actual sentimiento primitivo de raza despreciada, elevando el continente africano al mito y a la función de patria común de todos los negros. Creo que por ahora, los negros de Norteamérica tienen un espíritu de raza nacional más negativo que positivo, producido por la lucha que los blancos han llevado para aislarlos y disminuirlos: ¿acaso no ha sido éste el caso de los hebreos hasta 1700? La Liberia * ya americanizada y con el inglés como lengua oficial podría llegar a ser la Sión de los negros norteamericanos con tendencia a convertirse en el Piamonte [cultura franco-itálica] africano.
* País de Africa occidental que no llegó a ser nunca colonia, en cambio fue invadido por el capital yanqui.
En América del Sur y Central la cuestión de los intelectuales me parece que debe ser examinada teniendo en cuenta estas condiciones fundamentales: en América del Sur y Central tampoco existe una vasta categoría de intelectuales tradicionales, pero la situación no se presenta en los mismos términos que en los Estados Unidos. En la base del desarrollo de estos países encontramos los cuadros de la civilización española y portuguesa del 1500 y del 1600, caracterizada por la Contrarreforma y por el militarismo parasitario. Las cristalizaciones aún hoy resistentes en estos países son el clero y una casta militar, es decir: dos categorías de intelectuales tradicionales fosilizadas como en la madre patria europea. La base industrial está muy limitada y no ha desarrollado superestructuras complicadas: la mayor parte de los intelectuales son de tipo rural, y como predomina el latifundio, con extensas propiedades eclesiásticas, estos intelectuales están ligados al clero y a los grandes propietarios. La composición nacional está muy desequilibrada también entre los blancos, pero se complica por las masas cuantiosas de indígenas que en algunos países son la mayoría de la población. En general se puede decir que en estas regiones americanas aún existe una situación de Kulturkampf (lucha cultural) y de proceso Dreyfus, es decir, una situación en la que el elemento laico y burgués no ha alcanzado la etapa de la subordinación de los intereses y de la influencia clerical y militar a la política laica del Estado moderno. Ocurre así que por oposición al jesuitismo tiene todavía mucha influencia la masonería y el tipo de organización cultural como la "Iglesia positivista". Los acontecimientos de estos últimos tiempos (noviembre de 1930) --desde la Kulturkampf de Calle en México hasta la insurrección militar-popular en la Argentina, en Brasil, en Perú, en Chile y en Bolivia-- demuestran justamente la exactitud de estas observaciones.
Otros tipos de formación de las categorías intelectuales y sus relaciones con las fuerzas nacionales se pueden encontrar en India, China y Japón. En Japón tenemos una formación del tipo inglés y alemán, es decir, de una sociedad industrial que se desarrolla dentro de una envoltura burocrático-feudal con caracteres propios inconfundibles.
En China el fenómeno de la escritura es la expresión de la completa separación de los intelectuales y el pueblo. En India y en China la enorme distancia entre los intelectuales y el pueblo se manifiesta, además, en el campo religioso. El problema de las diversas creencias y del modo diverso de concebir y practicar una misma religión en los diversos estratos de la sociedad, pero especialmente entre el clero, los intelectuales y el pueblo, debería ser estudiado en general, porque se manifiesta en todas partes, si bien en los países de Asia Oriental tiene sus manifestaciones más extremas. En los países protestantes la diferencia es relativamente pequeña (la multiplicación de las sectas está ligada a la exigencia de una unión completa entre intelectuales y pueblo, lo que reproduce en la esfera de la organización superior todas las escabrosidades de la concepción real de las masas populares). Es muy notable en los países católicos, pero en grado diverso: menor en la Alemania católica y en Francia, mayor en Italia, especialmente en el Mediodía [Mezzogiorno: el Sur] y en las islas, grandísima en la península ibérica y en los países de América Latina. El fenómeno aumenta de magnitud en los países ortodoxos, donde cabe hablar de tres grados de la misma religión: el del alto clero y de los monjes, el del clero secular [el que no hace votos de pobreza, obediencia y castidad] y el del pueblo. Llega esto a un grado absurdo en Asia oriental, donde la religión del pueblo no tiene nada que ver con la de los libros, si bien las dos llevan el mismo nombre.

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